Si bien parece una contradicción, es posible. Recuerdo haber trabajado en mi primera gran empresa; estaba orgulloso, me sentía plenamente identificado. Un día mis necesidades familiares me impedían estar plenamente disponible para la empresa. En ese momento un gerente me dijo “Debería pensar en trabajar en otra empresa”. Fue un verdadero golpe que cambio mi forma de ver mi trabajo. Dejé de pensar que “trabajaba para la empresa” y empecé a “trabajar para mí en la empresa”.
¿Qué es trabajar para mí en la empresa? Es tomar a la empresa como un lugar para aprender las cosas que me pueden servir cuando trabaje en forma independiente, descubrir mis talentos y para que soy bueno.
A partir de ese momento, independientemente de la función o el cargo que tuviese, siempre encontraba algo para aprender.
Trabajar en relación de dependencia es como estar en un tren en el que nos podemos bajar en la estación terminal (jubilarnos) o nos bajamos, o nos bajan, en una estación intermedia. Y nos encontramos en el andén, en el mejor de los casos, con dos valijas: una con nuestra experiencia y en la otra, el dinero de la indemnización. Si además sabemos a dónde ir, todo es más fácil.
¿Cuándo es conveniente decidir a dónde ir? En el momento que estamos trabajando en relación de dependencia podemos descubrir que nos gustaría hacer cuando nos bajemos de ese tren.
El gran desafío es compatibilizar los objetivos de la empresa con los nuestros y la clave es cambiar nuestra forma de pensar para lograrlo.
El camino para descubrir cuales son los objetivos que nos permiten ser feliz es el autoconocimiento. Justamente, ese es el punto de partida.